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31 de marzo de 2011
Batalla Naval
Entoncés se rompió el mastil mayor y el grito de los hombres quebró el silencio del cielo. El corazón acelerado en las manos firmes con que sostenían el fusil. Un poco más -se alentaban entre ellos- y el olor a polvora se regaba en el aire de sus pulmones. Ya eran solo alaridos de dolor y de guerra. Rugidos de carne y violencia sobre la puerta de su victoria. No eran mente. No había nada que pensar. Solo clavar la espada. Solo disparar la balas. El barco se desarmaba y se llenaba de cuerpos. Ya casi y su voluntad era más fuerte. Sobrevivir al ciego dolor de perecer en la batalla perdida. Se callaron las armas y surgió la conciencia de morir o de matar. En sus manos llenas de cayos y sal de mar el fusil y la espada se desprendían mientras crecía en su interior la sombra de la guerra victoriosa. La sombra de la muerte otra vez vencida.
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