Osvaldo Villareal vive en un departamento de dos ambientes desde hace 15 años en el barrio de Villa del Parque, donde hace seis meses terminaron una edificio de esos “a estrenar” que le tapa el poco sol que le entraba por la ventana de la cocina. Ahí lee el diario siempre un día atrasado que le regala el portero, nunca tuvo la costumbre de comprarlo. Mientras intenta acomodarse para que el rayo de sol de las nueve le pegue en la frente, se ceba un mate tibio que seguramente le de acidez.
En los obituarios encuentra a Fermín García Vallejo muerto hace dos días y lo velan hoy, o ayer, no sabe bien porque la fecha del diario de hoy, le crea confusión. Fermín García Vallejo, repite para sus adentros y recuerda cuando Delia, su madre, les servía a los dos leche tibia con vainillas. Sonríe, porque es un recuerdo hermoso y piensa en su padre tan callado apoyado en el marco de la puerta con el ceño fruncido. Su hijo Marcelo, el mayor, dice que ambos tienen la misma expresión. Eduardo y Gabriel no llegaron a conocer al abuelo, pero ellos también tienen ese aire ceñudo y pensativo de Osvaldo padre. Que costumbre la de llamar a los hijos como los padres, menos mal que Ramona estaba de acuerdo con el en que era una pavada o le hubiesen puesto a su primera hija, Isabel el nombre de ella. Se murió de gripe a los tres años la pobrecita, no había aprendido ni a hablar. Su mujer y su madre lloraban juntas los primeros diez minutos que se veían, era todo un drama cuando Osvaldo la dejaba a Ramona en la casa de sus padres antes de irse para el negocio. Ramona era del chaco y huérfana desde los ocho años y quería a su familia como la que nunca tuvo. Ramona. Suspira Osvaldo mientras se ceba otro mate y se refriega la artritis de las manos. Ya no hay sol y solo pasaron veinte minutos. Es una lástima que el valor de la propiedad vaya a bajar tanto por quedarse sin sol. Cuando el se muera, y espera que no falte tanto, quisiera que sus hijos lo vendieran y se repartieran el dinero, pero va a quedar en ellos nada más. Fermín García Vallejo. La de bolitas que le ganó cuando eran pibes y ahora se las ganó la muerte que seguramente se llevó las bolitas de motín. Se ríe frente a este comentario y absorbe con ruido el ultimo trago del mate.
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