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31 de agosto de 2011

La espera

Miró el reloj nuevamente. Esa sería la quinta vez en quince minutos. Ojala pudiera fumar, pensó. Solo uno para amortiguar la espera y así dejaría de comerse su cerebro la ansiedad. Un minuto, dos minutos, tres minutos. Sexta vez en mirar el reloj. Se levantó y salió dando zancadas de la casa. No cerró la puerta con llave. Paró un taxi en la puerta. Que milagro dijo apenas audible. Nunca encontraba un taxi tan rápido. Eso era una buena señal. Llegaba media hora antes. Media hora! Hubiese escuchado algunos temas más, se reprochó. Igual no los escuchaba. Solo el reloj. Unicamente el reloj para no pensar en nada. El reflejo en el espejo retrovisor le delvolvía un peinado "impecable" pensó. Dios. No iba a llegar nunca. Estar en el lugar ya acercaba más el momento. Por qué había elegido un lugar tan lejos de su casa? Quince cuadras más. Se bajaba en la puerta? No. Demasiado ansioso. Se bajaba ahora y caminaba. Tenía tiempo. Que le iba a decir? Le sudaban las manos.Pagó el taxi. Fuera del aire acondicionado del vehículo hacía un calor infernal. Cuántas cuadras tendría que caminar?Llegaría todo transpirado. Resoplando puso sus piernas a andar. Calculando llegaría cinco minutos antes. Todo un puntual caballero. Sería ella conciente del modo en que deseaba su aroma? Cómo resisitirse a esas pequeñas manos, a la sonrisa encendida, a la forma en que expresaba vehemente todas sus opiniones?
Cuando llegó, mas rapido de lo que había supuesto, ella ya estaba ahi. Miraba distraída la gente entrar al restorant donde esperaba al costado de la puerta. Lucía hermosa. Por alguna razón, corrió los ultimos metros que la separaban de ella. En ese momento ella giró la cabeza hacia donde el venía al trote y le sonrió. Ese gesto, ese simple gesto de que se alegrara de verlo fue suficiente. Frenó a centímetros de su naris y tomandola por los codos la atrajo hacía él y la beso. La besó suave pero firme. La besó con el tiempo que llevaba sobre sus espaldas el hecho de gustarle tanto. Aspiró su aroma profundamente. Ella no se movía, apenas en puntas de pie su rigidéz empezó a relajarse hasta que finalmente el cedió la fuerza de sus brazos y la miró. Tenía la respiración agitada y el corazón al galope.

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