Tengo hambre.
Hambre de cambio. De comerme la vida como si fuera un volcán de chocolate.
Maravillarme con sus sabores y texturas.
Inventar recetas que mezclen el amor y la locura.
Amores dorados a fuego lento que se deshacen en la boca.
Un poco de sal y pimienta. Unas frutillas bañadas en caramelo para endulzar las penas.
Canela por aquí, curry dulce y excéntrico por allí.
Batir la risa a punto nieve para rellenar los días y las esperas.
Una lluvia de plaliné en los sueños con nubes enormes de algodón de azucar.
Bollitos de ideas amasadas en anécdotas y mates.
Cortar en juliana las malas noticias y saltarlas con olivas negras.
Quiero comerme la vida como un manjar y despúes chuparme los dedos.
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