No lo pude resistir y te puse mi corazón en una bandeja, que a penas de ser de plata, brillaba forrada en papel glacé. Latía incanzable ansiando tus manos y que le susurruras la calma, más no podía esperar y se desangró tiñendo el plateado, el piso y tus dedos. Gritaba de amor y de espanto. De desesperación y de celos. Cuando acallaba un poco los latidos te recitaba poemas y anhelos. Pobre corazón mío, desbocado en las palabras que se desparramaron en la fantasía, en el sueño de que pudieras entender, que pudieras ver como mi alma palpita ante tus pasos, ante tu presencia que mi corazón adora, que inventa encontrarte, que espera y espera que lo perdones.
No pude resistir la necesidad de dártelo, para que lo cuidaras y amaras, porque yo no puedo.
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