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27 de junio de 2014
No puedo entender el paso de las horas arrastradas, relamiéndose gustosas en mi espera, cercando mis ganas contenidas, siendo testigos de mi cara detenida en la nostalgia, de mis manos que se secan en la ausencia, de los dedos retraídos como garras, sin nada para tocar, sin nada para rozar, sin nada para agarrar que no sean las páginas y páginas de cartas sin destinatario, sin nombre evocable en voz alta, sin dudas ni presagios, solo un silencio tan ruidoso que abruma, una garganta atragantada de palabras sin rumbo, de mariposas que mueren en un día y hacen nido en mi casa. Todos los lugares huelen al mismo recóndito rincón del alma donde descansa mi deseo, donde se funden los labios, las miradas, los ojos que se cierran a la espera, a la certeza, al río sobrepasado que cae lento y tibio hasta mi boca.Y después, nada.
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