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26 de julio de 2011

Hondo. Muy, muy hondo. Muy por allá, el vestigio de la felicidad me mira esperando.

24 de julio de 2011

Capitulo 1: Osvaldo

Osvaldo Villareal vive en un departamento de dos ambientes desde hace 15 años en el barrio de Villa del Parque, donde hace seis meses terminaron una edificio de esos “a estrenar” que le tapa el poco sol que le entraba por la ventana de la cocina. Ahí lee el diario siempre un día atrasado que le regala el portero, nunca tuvo la costumbre de comprarlo. Mientras intenta acomodarse para que el rayo de sol de las nueve le pegue en la frente, se ceba un mate tibio que seguramente le de acidez.
En los obituarios encuentra a Fermín García Vallejo muerto hace dos días y lo velan hoy, o ayer, no sabe bien porque la fecha del diario de hoy, le crea confusión. Fermín García Vallejo, repite para sus adentros y recuerda cuando Delia, su madre, les servía a los dos leche tibia con vainillas. Sonríe, porque es un recuerdo hermoso y piensa en su padre tan callado apoyado en el marco de la puerta con el ceño fruncido. Su hijo Marcelo, el mayor, dice que ambos tienen la misma expresión. Eduardo y Gabriel no llegaron a conocer al abuelo, pero ellos también tienen ese aire ceñudo y pensativo de Osvaldo padre. Que costumbre la de llamar a los hijos como los padres, menos mal que Ramona estaba de acuerdo con el en que era una pavada o le hubiesen puesto a su primera hija, Isabel el nombre de ella. Se murió de gripe a los tres años la pobrecita, no había aprendido ni a hablar. Su mujer y su madre lloraban juntas los primeros diez minutos que se veían, era todo un drama cuando Osvaldo la dejaba a Ramona en la casa de sus padres antes de irse para el negocio. Ramona era del chaco y huérfana desde los ocho años y quería a su familia como la que nunca tuvo. Ramona. Suspira Osvaldo mientras se ceba otro mate y se refriega la artritis de las manos. Ya no hay sol y solo pasaron veinte minutos. Es una lástima que el valor de la propiedad vaya a bajar tanto por quedarse sin sol. Cuando el se muera, y espera que no falte tanto, quisiera que sus hijos lo vendieran y se repartieran el dinero, pero va a quedar en ellos nada más. Fermín García Vallejo. La de bolitas que le ganó cuando eran pibes y ahora se las ganó la muerte que seguramente se llevó las bolitas de motín. Se ríe frente a este comentario y absorbe con ruido el ultimo trago del mate.

WANTED

Se me fue la inspiración. Como si estuviera agazapada en el algún rincón. La siento en la punta de los dedos y todo empieza con historias increíbles que no encuentran razón de ser y el cursor se queda titilando, esperando, y yo lo miró y le grito: Y a vos que te pasa? Tirame una línea!- Y a veces me manda unas frases maravillosas que quedan flotando en un escrito hueco y desprovisto de magia. Pero está ahí, la siento palpitar. Se que puedo escribir, que puedo volcar el atolondramiento de mi cerebro con las palabras precisas, con las descripciones exactas que lleguen al remate de algo supremo, o no nos engañemos, de algo que al menos valga la pena leer, pero no. Negación absoluta a la iluminación. Y tengo tanto que decir, tanto que contar que resulta frustrante no poder siquiera volcarlo en una entrada de blog, en una servilleta de papel, en una hoja perdida del anotador que llevo encima por si la inspiración me encuentra trabajando. Si al menos fuera un bloqueo mental, podría  decir: Ok, estoy bloqueada- Pero no, repito, me queman la punta de los dedos, me cosquillea en la sien la idea que no encuentro la forma de reproducir. Y si en realidad quiero decir otra cosa?

Domingo

Suena jazz. En algún lado del mundo alguien se deshace de amor y sueña con una situación que no ocurrió. Una palabra que no se dijo inundando la piel. Las lágrimas cayendo suaves hasta la boca y su salado de mar hunde una flecha en el corazón. Quisiera que fuese cupido, piensa la voz que se apaga en el silencio. Alguien lee el final de un libro, una historia que mantuvo la mente alerta por largas horas en la soledad de la noche, de la pieza abarrotada de objetos y el olor a humedad que se esparce, que ya no se siente por el acostumbramiento, el vacío de algo que llegó a su fin. ¿Y ahora? Piensa mientras mira la luz tenue que llena la pieza, la vida inmunda. Alguien espera un taxi. Mira la noche, la gente pasar. Quisiera que lo llevara a otro destino, al llamado de un amigo con ganas de filosofar sobre cosas que a él no le pasan, que no entiende ni experimenta, pero puede dar opinión, puede decir que las cosas son así o asá. Nadie le puede negar que es incorrecto, son tantas unidades pensando distinto en el mundo. Por fin un taxi. La única dirección que sale de sus labios es la de su casa. El taxista silencioso y la ciudad que pasa. Alguien se mira al espejo. Descubre su rostro, tan conocido. El mismo peinado mantenido durante años. La rutina apresando sus días. Mañana será lunes de nuevo. Los chicos irán al colegio. El café instantáneo en su taza blanca igual a las otras cinco tazas que descansan en la alacena. Pondrá en orden sus papeles. Se quejará de su jefe con los compañeros y volverá manejando en medio del tráfico esperando que los chicos estén en casa de sus amigos y ella siga mirando la novela que no termina y le cuente como la pobre protagonista sigue sufriendo otro capitulo. 
Alguien hace el amor con la piel transpirada de deseo.Alguien se pinta los labios y se perfuma estratégicamente para salir en un rato. Alguien planea ansiosamente su primer día de trabajo. Alguien ama. Alguien ríe a carcajadas. Alguien brinda por su vida.
Pero es domingo, y la tarde del disimulado invierno cae estruendosamente sobre los otros. Esos "alguien", no se ven.