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20 de enero de 2011

La más enamorada

Ella, la más enamorada, mide con los dedos el diámetro del inflable gigante de la palabra amor. Lo roza despacio con las yemas de los dedos y piensa si en verdad se ve así. Cuenta la cantidad de letras y es correcta. Mide los pulsos de su corazón con la respiración acelerada del inflable, que huele a caramelo. Que sabe agridulce del pasado y de los miedos, pero sabe más dulce.
Desinfla la palabra, quiere verdad y razón. Y que huela a su perfume y tenga el gusto de sus mañanas.
La más enamorada, ella, que espera a los principes en la puerta para no perder tiempo en que suban a rescatarla, tiene cautela. Reconoce las cicatrices ahora perfumadas, pero quiere oler, quiere sentir, quiere ser libre para poder llenar la palabra de las cosas que la hacen feliz, del descubriemiento y la sorpresa de su reconocimiento en otro, en otro que puede ser o no. Y ella sueña sus promesas y rememora el aroma de su piel y el anelo de tenerlo cuando quiera, cuando ya no haya miedos y pueda hacer una pirueta como un esquilibrista que aún sin temor, sabe que está la red. Un deseo a la luna, y un presagio al sol.
Se mira al espejo: Ay, ella... la más enamorada.

16 de enero de 2011

Yo Señor? No Señor

Usted está distinto. Yo señor? Sí, señor. Usted. Y por qué lo dice? Se le nota cuando camina. No puede ser. Si que puede, y se lo digo yo. Pero no entiendo, siempre camino igual. Está bien que no llevo el sombrero, y me afeité el bigote, pero caminar, camino igual. Eso cree usted que no se mira. Yo lo noté de doblar la esquina. Se cambió los zapatos? Los zapatos? No, son los mismos marrones acordonados de hace dos años. Los lustré, es cierto, y hace meses que no lo hago, pero ser los mismos, son los mismos. A mí no me mienta que le llevo años. Yo me doy cuenta. Soy dificil de engañar, me entiende? Entender, entiendo, pero fíjese que no es por contradecirlo, caminar, camino igual. Hombre, usted no entiende una métafora ni que se la colgaran del bigote, que ahora que no lo tiene parece más joven, si me permite. Tomo eso como un cumplido, aunque la gente me mira extraño. Eso es por cómo camina, ya se lo dije. No entiendo la métafora. Eso es porque se hace el joven ahora que no tiene bigote y camina distinto. Pero qué insitencia. Bueno si usted lo dice, por ahí camino distinto. Hasta que me reconoce la métafora. Qué metáfora? Se está haciendo el zonzo? Conmigo no juegue que puedo ser su padre, demuestre respeto. No, no. No es mi intención, solo que nunca fuí bueno para las metáforas, apenas si se contar uno que otro chiste. Ya me lo imaginaba. Bueno, mándele saludos a la chica esa. Qué chica? La que lo hace caminar diferente, hombre. No sé de quién me habla usted. Eso es porque nunca entendió las metáforas.

12 de enero de 2011

La Duda

No lo puedor decir. Nisiquiera me permito pensarlo (qué mentira). Aunque haga un esfuerzo, no puedo.
Y pasan las horas del reloj invisible de la cocina. La puerta que se abre y se cierra del vecino. El silencio arroyador de mis palabras. O será que lo digo? Un poco. Pero en voz baja, como un susurro. Quisiera gritarlo. Despeinarte. Quisiera que lo entiendas... pero no lo vas a entender. Te lo podría explicar de una vez dejando este prejuicio de lado y que estés enterado del asunto, pero si no lo entendes? Hay plan B?

Sólo el recuerdo

Hoy me levanté rara. Casi triste y melancólica. No suelo levantarme así, está bien que me cuesta iniciar porque tengo que cargar muchas aplicaciones, pero triste? Nunca.
Es que me agarró una nostalgia de muerte, y entiendase por esto a la parte en que la muerte deja el recuerdo y el "nunca más" se vuelve una frase tangible que recorre la espalda y ahoga en el estómago el asomo de la risa.
Pensé en todos los seres que se fueron al cobijo de otra existencia. Desde el pobre gatito que sentí que maté cuando quería que no muriera (esto me causa un terrible dolor cada vez que me acuerdo y era tan chiquita. En serio que hay sensaciones que no se olvidan), mi abuela Lotte a la que nunca le envié la carta que escribí a los 12 años diciéndoleque la extrañaba, mi viejo del que tengo algunos recuerdos de anécdotas con mi tía Nelly que no puedo repetir porque no me acuerdo y un chiste que contó una vez y me lo sé de memoria. Mi tía Nelly que sentí que me quiso  durante el poquisimo tiempo que la ví viva. Mi abuela Rosita que me compraba alfajorcitos Jorgito y dulce de leche cada vez que se enteraba que iba. María Elena Walsh que alegró mis tardes de niña y me enseñó las letras más hermosas con las que aprendí a cantar y que todavía le canto a mi sobrina.
Hoy estoy de luto por todos lo que ya no podré ver. Por los que nunca más podré decirles nada. Solo escribir en su homenaje. Hoy realmente me duele no creer en el cielo.

Código Morse

Entró como siempre a paso presuroso. Ella miraba al frente. El saludó a todos y finalmente a ella. Apenas un roce en la mejilla y volvió a su lugar. Ella le preguntó a un compañero sobre el último informe. Lo miró. El no dijo nada. Hizo un chiste a otro compañero mientras pasaba por detrás de la silla de ella. El le ofreció un caramelo que ella tomo de su mano y lo dejó en el escritorio. Le hizo un comentario gracioso al compañero del informe que se rió a carcajadas. El no la miró. Pasó de nuevo por detrás de su silla y comentó el mal tiempo que asomaba por la ventana. Ella se levantó y apoyó una mano en el ventanal. El miraba al frente. Va a llover toda la tarde dijo. El compañero del informe protestó sobre esa sentencia. Ella se alejó de la ventana y fue a hablar con el compañero que se encontraba al lado de él. Se rieron. El compañero le preguntó algo a él sobre otro compañero, pero ella respondió. Su compañero bromeó sobre su manía de meterse en todo. El la miró. Ella miraba al compañero. A la salida bajaron todos juntos la escalera de madera. Ella iba conversando con el chico del informe, él bromeando con el otro compañero. En la esquina se despidieron. Ella fue a la parada del colectivo. El pasó por el kiosco. Solo esperó el colectivo unos minutos. Al subir se sentó en un asiento doble del lado de la ventana. Había empezado a llover. Dos paradas después él subió al mismo colectivo. Puso las monedas, agarró el boleto  y se dirigió a un asiento doble del lado del pasillo. Ella miraba al frente. El se sentó junto a ella. Ella lo miró, el le sonrió y le tomo la mano que reposaba en su regazo. El la miró, ella sonrió. El paisaje pasaba como una película por la ventana. Iba a hacer una tormenta hermosa.

9 de enero de 2011

Ojalá y Esperanza son palabras redundantes

Estaba en la madrugada ya del lunes (tuve que corregirme en pensar que era domingo) cuando hojeando una revista en medio del insomnio que me causa disfrutar de mi cuarto, leí esta frase:
"Lo peor no fue la calamidad económica, sino la muy sembrada sensación de que tener esperanza era propio de ingenuos".
(mi madre diría que cite la nota pero al leer esa frase necesité escribir). No puedo explicar el asentimiento que generó en mi interior esas palabras. La esperanza parece haber perdido su sentido, como si fuese solo el nombre de una mujer del interior, o un apodo femenino para alguna rama del color verde. ¿Qué tan descolocado es pensar ahora que las cosas pueden cambiar? La ignorancia más cometida es creer que todo siempre fue igual para terminar aceptando que todo sigue su curso natural. Y lo sigue, pero es el del desinterés. Esa pose cómoda del ser humano para justificar sus males, para ignorar en su memoria histórica como ser de que alguno vez fue distinto, que alguien (y fueron muchos) hicieron lo (im)posible para torcer el curso de la historia, y creemos que el presente de nuestras vidas es lo que nos toca sintiéndolo como algo heredado y sin poder de molificación. Pero es mentira (pertenezco a un sub grupo humano de los tantos que existe, y pienso otra cosa), TODOS podemos hacer algo, desde la simple actitud, desde el diálogo cotidiano con un amigo, con un desconocido, podemos sembrar otra idea, parar la estupidez de pensar que la solución no está en nuestras manos y por tanto echarle a otro la culpa. Hay esperanza. Se siente en el aire pero está tapado con el enceguesimiento de la propia salvación no permitiendo que seamos partícipes de lo que queremos, de lo que deseamos para nuestras vidas y para los que alguna vez habitarán como nosotros la aventura de vivir. La fecha de caducidad del ser humano nos vuelve egoístas, nos hace pensar que es un "sacrificio" cambiar el mundo si no lo vamos a disfrutar. Si la esperanza es de ingenuos, pues me quedo de ingenua porque su antónimo es "malicioso". Ironías de la vida.
Ojalá seamos muchos los ingenuos.

3 de enero de 2011

Si me dijeran: Pide un deseo...


El sol inesperado por la ventana. La cama tendida con cuidado. Las almohadas desordenadas. La estación de radio que quiero. Las inmaculadas paredes vacías. Los cuadros que sueño. Los cubiertos guardados por cuatro años. El día de sol eterno de mi baño amarillo. Las toallas nuevas. El placard perfumado. El ventilador con delate. La mesa de madera. El sillón verde que aún espero. Las cortinas que no puse. El cigarrillo que me fumo en el silencio. El único par de sabanas. Las macetas coloridas aún sin flores. La potente ducha. Los platos limpios. Los vasos que quedaron de la noche. Algún cenicero vacío. La paz. El viento que entra por la ventana. Los vecinos silenciosos. El olor a comida en  los pasillos. Las cajas haciendo de mesita de luz. Las cajas que me niego a vaciar. La mano de madera junto al hombre bailarín. Las revistas de decoración. Los enchufes que me faltan. Las compras ansiosas. El aroma de mi casa. La felicidad plena en dos ambientes acompañados de los ruidos y silencios de una vida plena. Mi vida.