Buscar este blog

29 de noviembre de 2010

Happy birthday to ME!

A las 00:00 hs del día de hoy, mi novio me llenó de besos mientras me abrazaba fuerte y me deseaba feliz cumpleaños con esa vocesita infantil que tanta ternura me causa. Despúes me llegaron mensajes por todos lados hasta que la batería de mi celular no dió a basto y se murió. Yo me dormí feliz. Sabía que al despertarme estaría cerrando un año e inagurando otro y que el espejo me encontraría radiante con la sonrisa que me esmero en pulir todos los 29 de noviembre en que celebro mi natividad. Es claro que soy una de esas raras personas que festejan su cumpleaños como si hubiesen ganado la lotería jugando a los primero numeros que encontraron. Así, llena de júbilo me voy paseando por la vida y sus pasillos con paso altivo, con el alma sobre la frente, con los brazos tendidos para quien quiera desearme suerte. Así nomás, voy juntando recuerdos y balances. Mejor que el anterior, no tan bueno como el proximo, el nuevo año me recibe con la mujer en la que me convierto mientras apago velitas y enciendo estrellas, mientras las cosas van perdiendo y ganando importancia, mientras me acuerdo de aquellos juegos y me propongo metas (algunas las cumplo, otras quedan pendientes, no hay apuro), mi edad es el resultado de mi experiencia y por ella sé que siempre hay algo que festejar, que los 30 son solo la mitad de 60 y que algún día tienen que llegar, que a los 40 estaré tan hermosa como a los 20 pero mejor y que ojalá pueda festejar tantos años como felicidad me cause cumplirlos.
Es así, hoy cumplo 28 años y soy feliz.

25 de noviembre de 2010

La Soledad - A pedido de Jimena Reichel

Ayer estaba sentada en el sillón de mi casa. No estaba sentada en el mullido sillón de dos cuerpos que ocupa la mayor parte del living. Apenas apoyada en el asiento, agarrada a los apoyabrazos como a punto de caer, pensé en aquello. Lo busqué en mi mente con significados repetidos. Referencias lógicas... La soledad no es otra cosa, según el diccionario, que la carencia de compañía. Y ahí me encontraba yo, sola. Una definición poco exacta de mi vida, si me permiten, porque aún rodeada de gente, sigo sintiéndome sentada en ese mismo sillón. Y entonces, la definición buscada para dar significado a este vacío pierde cualquier tipo de valor, es inverosímil. Porque qué sabe el dicionario de soledades? Qué sabe de camas vacías, de risas ausentes, de caricias con amor? Nada. No sabe nada. Acaso ustedes saben? Pueden expresar con palabras la voluntad que toma mi ser todos los días frente al espejo? Acaso ven ustedes su rostro reflejado como el mío con la vida a sus espaldas?
Mi vecina se llama Soledad. Pobre, pienso, llevar sobre su nombre toda esa carga. Se sentará ella también en su sillón a contemplar absorta el silencio de la casa? Quizás en la cocina mientras se bate el café, o frente al placard buscando que ponerse? Sentirá ese agujero negro en el pecho cuando se antepone el fracazo de no encontrarse en otro? Y egoístamente deseo que así sea, para no sentirme sola.
Hay quienes eligen la soledad, pero vamos, sabemos que esa es la buena, es la del respiro, la de la meditación, el acomodo, la iluminación; llamémosla de mil formas, todos sabemos que no es igual. Ojo, no quiero parecer una pobre sin remedio, ni que piensen que voy a quedarme esperando que la soledad me devore, pero... y si sí?. Y si no puedo escaparme de ese sillón?  La soledad que duele es acercarse a la certeza de que puede pasar que, al descuidarse, uno se quede solo. Los días pasarán como años y perderé mi imagen en el espejo. Dejaré de buscar rendida al silencio de mi propia compañía. La soledad se ha quedado abarrotada entre las puertas, sostenida con garras en mi almohada, abrojada al deseo de otro cepillo de dientes,  de otra voz que no sea la de mi propio silencio cuando me inunda una nostalgia,  que no distingo de donde nace pero arrasa sin pausa mis mañanas y agoniza en las noches en la palma de mis manos, en la punta de los pies fríos buscando refugio en la misma piel a la que pertenecen. Y ojalá no dure el frío. Ojalá la lluvia no azote mi ventana dos días seguidos. Ojalá ese sillón no sea más que un mueble. Ojalá... Golpean! Será Soledad?

17 de noviembre de 2010

Alohomora

Apretaba las teclas de su máquina tamborileando distraídamente una lapicera, una lapicera única heredera de generación en generación. Claramente escribiría más veloz si no insistiera en mirar las teclas, pero ya se había acostumbrado desde antes de terminar el colegio a que fuera de esa forma.
Respiró profundo, giró su silla y se levantó con toda la parsimonia con la que fue capaz. Bordeó la hilera de gente sentada en la larga tabla de madera laminada separada por paneles y miró disimuladamente hacia el pasillo. Tenía una lista enorme de tareas por hacer. Seguramente fuera más fácil si no fuera tan obstinado, pero así lo había decidido. Esas eran sus reglas, el legado familiar debía permanecer en secreto. Saludó al pasar junto a unos compañeros que le devolvieron el saludo levantando las manos con una sonrisa. Ahí estaba.  Lo vio doblar hacia el pasillo, y caminar con paso decidido hacia donde él se encontraba. Se quedó quieto simulando leer un cartel con instrucciones para evacuar el edificio. Seguía tamborileando la punta de su lapicera de la cual nunca se separaba, mientras por el rabillo del ojo veía acercarse a su jefe. Cuando el hombre de casi cuarenta años estuvo a cuatro metros, dijo su nombre en voz alta.
Él lo miró y simuló una repentina tos mientras pronunciaba muy bajo algo que nadie distinguió pues  tapó su boca con la mano que sostenía la lapicera apuntando hacia el hombre. El jefe se paró en seco. Frunció el ceño, abrió levemente la boca para decir algo y cerrándola sin emitir sonido giró sobre sus talones y se encaminó a su oficina donde se sentó a recordar que estaba haciendo antes de olvidarse su cometido. Otra vez.
Del otro lado del piso de la oficina del jefe, él miraba fijo una ventana de un edificio a través del grueso vidrio. Sabía que cruzando la autopista en el tercer piso , alguien más sostenía entre sus manos una lapicera única y miraba con atención el edificio azul que se encontraba a más de quinientos metros sin poder entender como veía a la perfección el joven que le sonreía desde la ventana.

A César por prestarme sus libros de magia.

Alohomora: Conjuro que se utiliza para abrir puertas en Harry Potter de J.R. Rowling

3 de noviembre de 2010

El por qué de la chica de las manos ocupadas

Otra vez tarde! (Se quedó dormida o no se quiso levantar?)Ultima mirada al espejo. Apa! Todo está afuera y ya tiene puesta la pesada mochila. Ok, una bolsa pequeña de casa de ropa. No, falta el libro. Agarra una más grande. Mete el libro, las llaves, los cigarrillos, el encendedor (si lo encuentra), la campera y abre la puerta. A mitad de pasillo putea y vuelve a buscar el celular. Llaves. Se saca la mochila, la apoya en el piso. Saca el libro, los puchos y encuentra las llaves. Con los dos dedos que no sujetan el libro, los cigarrillos, la campera y la bolsa, abre la puerta. Agarra el celular, lo mete en la bolsa junto con el libro y los cigarrillos. De pasada a la puerta agarra el cargador y con la misma mano un peso en monedas de 25 (con suerte). Llega a la parada. Al trabajo. No puede ser, grita. Otra vez se olvidó la cabeza. Mañana tendrá que traer una bolsa más grande.