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13 de noviembre de 2013

Desencuentro

Venía escuchando su risa estridente varios asientos más allá en un colectivo repleto de gente. Era lunes por la mañana, en ese horario exacto en que todos deciden tomar el mismo colectivo, aunque vayan y vengan de diferentes distancias. Yo también lo había tomado, no recuerdo si porque me quedé haciendo tiempo y  finalmente llegaba tarde, o fueron demasiados "cinco minutos más", el caso es que ahí estaba, escuchándola reír. No podía verla desde dónde estaba, aunque estiré el cuello todo lo que pude, pero solo conseguí un tirón muscular y una mueca de dolor. Sin embargo podía oírla. Cómo no hacerlo si su risa inundaba el colectivo, incomodando el silencio circundante. Cuánto tiempo había deseado ese encuentro "casual", cuantas veces intentando la coincidencia del Destino. Y como si nada en el mundo, como si fuera un dia cualquiera en medio de la vida de un simple mortal como yo, intercediendo la fuerza del Universo: Laura. Con su risa estrepitosa, su voz susurrada, sus ojos despiertos, la perfecta curva de su boca. Laura. La desconfiada, la timadora, la embaucadora de curvas perfectas, encantadora, locuaz, resistente, persistente. La hermosa Laura de pelo oscuro como la noche sin estrellas, como la noche en que la ví besándose con Esteban, y la coronada desgracia de encontrarla en el mismo colectivo. No quería verla. Ni escuchar una sola nota de su encantadora personalidad. Pensar en su nombre era un placentero desgarro, un masoquismo del amor, una incoherencia acompañando la fantasía de hablarle, de empujarla, de abrazarla, de tirarla a patadas del colectivo. Pero no. Llegando a la siguiente parada Laura se paró, se despidió con un beso volador de su acompañante y bajó del colectivo. En la vereda Laura me miraba. Me miraba de esa manera tan rara que solía mirarme. Cuando el colectivo arrancó, corrí de lado la cara para que no me viera llorar.