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21 de mayo de 2012

Reconocimiento

Se levantó con el humor pasado por agua, igual que el día gris que se aproximaba a pasos agigantados sobre su espalda. La calle la esperaba llena de charcos peligrosos con agua embarrada a punto de adentrarse por sus zapatos rotos, el otro único par de otro par que también estaba roto. "El invierno hace todo más cruel", pensó frunciendo el ceño a lo que parecía una desgracia.Refunfuñando en voz inaudible, escuchó como a lo lejos, un sonido peculiar quizás reconocido en el pasado, pero difícil de identificar. Intentó aguzar el oído pero no logró dar con el motivo, ni con el tipo y menos con el lugar de dónde provenía. Empezó a revolver la casa, debajo de la cama, del sillón, adentro de la heladera, de los placares, dentro de los frascos, se asomó por la ventana, pero nada, el sonido seguía presente en la misma frecuencia. De pronto detuvo la búsqueda, un cosquilleo a la altura del pecho la hizo reír, y la risa despertó su alma adormecida, y le dió brillo a los ojos y al pelo, se sintió hermosa. Azorada por el cambio repentino tocó el lugar estremecido de su piel, sitió bajo el pulso de los dedos aleteos frenéticos que le zumbaron en los oídos. Y el sonido hasta entonces irreconocible, tomó forma. Se levantó la remera y del hueco que había dejado su corazón roto, salieron volando miles de mariposas de todos los colores y tamaños que llenaron toda la casa. Se pasó un rato largo mirando el ir y venir de semejante espectáculo inesperado. El reloj la devolvió al tiempo y bajó presurosa a la calle. En la puerta, una mano extendida la esperaba, una mano que besó aliviada de poder sostener. En el camino a su trabajo se fueron desparramando de amor las mariposas.

15 de mayo de 2012

Sombra

En la noche el grito agónico de amor y locura, del dolor y el espanto. Sin rojo en los labios y el vacío del corazón llenándolo todo. La espera de las horas sin risas, las flores marchitas en los floreros.
Tuve su mano en mi pecho y su voz susurrando entre dientes la furia incontenible, la furia quemando por dentro sus ojos verdes. Hubiese querido hacerle olvidar el precipicio donde quería desplegarse y caer, dónde todo se apagaría finalmente y ya no habría nada. Sería parte del espacio y las partículas. Y yo no podía hacer nada, porque realmente no podía sino mirarla, y tocarla, y besarle el pelo, y los moretones, y las lágrimas redondas que caían por sus mejillas.

Las flores de mi balcón

Desde mi florido balcón veo su torre. Tan oscura como brillante, dependiendo del ángulo que se vea.
Su mirada siempre fija en mi ventana como un faro, una guía que me llama y me lleva. A veces despierto en medio de la noche sonrojada por el roce de sus besos. Un sueño, me repito, aunque siento palpitar sus labios en mi boca. Nada puede apartar mi pensamiento de su erguida figura, su espera inalterable, su tenacidad en el seguimiento de mi vida. Lo espío entre las cortinas que revolotean por los días, lo sigo con mi inquietud, con la curiosidad que me despierta su mente alerta. Sólo desde la distancia puedo mirarlo, llena de miedo en mi alto balcón. Miedo a mi corazón desbocado, a mis palabras presurosas, a promesas que no pueda cumplir. Miedo a las traiciones de mi propia alma, de mis manos cansadas de revolver y de buscar. Pero cuando cae la noche, mi voz lo llama en la penumbra, sus labios besan las cicatrices de mis manos, y su cuerpo es un reposo silencioso donde el tiempo no existe, donde mi cuerpo no es más que la continuación del suyo como los negativos de una fotografía.
Todo. Y luego una nada que se llena de a poco, desde mi florido balcón dónde las flores se marchitan.


12 de mayo de 2012

Zig zag

Zig zag, zig zag. Camino como un borracho y escucho el eco de mis zapatos, cuando no lo tapa mi voz.
Zig zag, zig zag. Las paredes y las puerta se van abriendo de par en par, apenas puedo distinguir el horizonte, el saxo, la trompeta, el sexo, la cabeza. Voy andando de a poco, corriendo, tropezando, bailando, siempre en zig zag, zig zag.
Zig zag, zig zag. Yendo y viniendo.
Así, como la felicidad.

9 de mayo de 2012

Cambio

Tenía un zumbido constante en la oreja izquierda, como el aleteo de una conversación borrosa por la distancia o el ruido. La punta de los dedos era un cosquilleo de hormigas coloradas mordiéndome la piel, despacito, sin doler. Se me cruzaba por la cara una sonrisa sospechosa, rara, de esas que hacía mucho no me distinguía y al cruzar la puerta, el corazón galopó como un pálpito. El tiempo se detuvo en el temblor casi incontrolable de las rodillas, y en la columna vertebral podía sentir el frío nervioso de lo inminente. Mentalmente abrí los brazos y me lancé en palomita desde un precipicio donde la velocidad de la caída me despeinaba la piel y las ideas, pude sentir en mis pulmones el aire perfumado de las esperas concretadas y al fín, el agua del cambio y las decisiones me alivió el cuerpo como un bálsamo. El futuro fue entonces una puerta que se abrió de par en par y en mi bolsillo brillaba lustrosa la pequeña llave.

6 de mayo de 2012

Realidad

Fue solo un momento, como un estallido encubierto. Pese a lo que hablábamos, nada tenía que ver con lo que había descubierto. La cabeza iba a más velocidad que el entendimiento, recorriendo sin parar todos los hechos, todas las pruebas. Si hubiese estado más cerca, me hubiese escuchado procesar la realidad que se abría, una vez más, de forma asombrosa. No era lo que quería, ni deseaba, ni esperaba. La vida se me había quedado quieta en las entrañas, un minuto, un momento para que pudiera escuchar lo que sentía. Mi voz llegó desde el pasado como un susurro, una grabación exacta de todo lo que había repetido sin parar, y la piel de la espalda se me erizó en la revelación. Ya no había nada que pudiera ocultar, desnuda frente a mi ser, la verdad resplandecía en la punta de mis dedos.