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8 de agosto de 2012

Aprendizaje

El niño aprende. Sus ojos se abren desorbitados para captarlo todo, para que nada se diluya más allá de su retina. Repite actos y voces, copia relaciones. Prueba, avanza y retrocede. El niño espía el paso apurado del adulto, aunque no sabe el término, aunque aún no entiende su significado, el niño manifiesta su aprendizaje. Pega si vió pegar, tira si vió tirar, ríe y llora. El niño consigue resultados y los optimiza, sabe como obtener lo que quiere, ha fallado, pero sabe como triunfar: Probará hasta que sea suficiente.
El niño es adolescente. Sufre el desinterés de sus padres, la mala predisposición del mundo a sus males. El adolescente se enamora. Se ve reflejado como en un espejo de agua sobre otros como el, otros que sufren y se ríen. El corazón late acelerado y su boca se desarma en un beso, su apresurado latir se derrama en la primera relación sexual. No consigue resultados, ha olvidado la fórmula. Ahora grita incomprendido.Tiene sueños que cumplir y ansiedad por vivir. El adolescente espía el paso apurado del adulto, aunque no sabe el término, aunque aún no entiende su significado, el adolescente manifiesta su aprendizaje. Ama si lo amaron, grita si le gritaron.
El adolescente es adulto. Tiene hijos que crecen. Se enoja y no entiende sus reacciones. Los ve caminar, llorar y reír las pocas horas que los ve despiertos. A veces trata de acercarse pero no sabe como hacerlo. El adulto se hincha de orgullo cuando los escucha decir su nombre, cuando aceptan sus decisiones en la rebeldía adolescente. El adulto duerme sin sueños. Cree amar pero a veces está más cansado que otros días. El adulto entiende la rutina como necesaria. A veces siente que lo espían en su mundo adulto, sabe el término, pero no entiende su significado. El adulto se mira al espejo en el paso del tiempo, piensa que la única fórmula para triunfar es trabajar. Se acuesta temprano, se levanta temprano.
El adulto es anciano. Le duelen los huesos. Ha trabajado toda su vida, repite sin parar, y se siente solo y olvidado. El anciano recuerda cuando joven y a veces tiene a quién contarle. El anciano pasa sus tardes mirando un árbol por la ventana y piensa. El anciano lamenta algo que no hizo, algo que le falta, algo que no entiende.
Siente que lo espían, pero los mira a los ojos. Antes de morir, el anciano sabe la respuesta: Siempre copió lo aprendido y se olvidó un poco de vivir.