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2 de septiembre de 2010

Olor a felicidad

Sintí el olor a milanesas (con ensalada de zanahoria y huevo)y la nostalgía me devolvió a ese piso gris de plástico donde la amada señora de pelo anaranjado, en ese momento ficticio pero tan parecido al original, ya había puesto la mesa. Y sonreía (sonreía?).
Desde nilña las milanesas me resultan una porción de felicidad, mi comida favorita, porque no es que sea la más rica, es porque nunca estuvo asociado con algo que no fuera un festejo, y porque esa señora de ojos grandes color topacio atrás de unos anteojos enormes me prestaba las halajas para que yo jugara y mientras en pleno sol de enero se dormía la siesta, podía jugar al kiosco con los caramelos de papel frutilla y sentirme grande comiendo uno de menta y chocolate. Porque nunca probé una mermelada de frutilla más rica y porque el espejo al final de pasillo me veía màs grande cada verano. Por eso, cuando siento el olor a milanesas el corazón me da un repingo y extraño con toda la piel de niña las manos manicuradas de mi abuela Lotte a quien abrazo con el mejor de mis recuerdos y le agradezco hacer que comer milanesas, sea una fiesta.

1 comentario:

  1. entendí cuánto iba a extrañar a mi abuela cuando calentamos la última porción de knishes y dijimos "es la última" y todos nos dimos cuenta de que mi abuela nunca más. y ni siquiera lo digo por el sabor.

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