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25 de julio de 2010

Los pies volveran a saber cómo no es tropezar... Para Andrea.


Sus manos dijeron lo que su boca callaba mientras pintaba sus labios de rojo. No poder decirlo gritando acentuó el modo en que arregló su cabello. Los ojos verdes prendidos aún conservaban la tristeza pero realzaban su determinación. No más. Se hinchó su pecho como de aire contenido pero no era eso. El espejo le devolvía una imagen conocida, un recuerdo que volvía a repetirse en sensación. Delineó suavemente sus ojos. Un poco de rimel para aumentar las pestañas. Para agregar nitidez a sus decisiones. No había nada más que pintar, ni arreglar sin embargo necesitaba quedarse un poco más apreciando la mujer que crecía a espaldas del espejo. La punta de los dedos fríos se apoyaban en el centro de su palma casi en un puño, casi en una garra.
Aspiro profundo y contuvo un instante el aire mientras levantaba los brazos sobre su cabeza. Sería como luz pura saliendo de sus poros, llenando la oscuridad hasta aclararlo todo, hasta poder ver lo que había oculto, lo que su propia realidad venía negando. Saldría en forma de furia de vendaval. Sería tormenta. Rayo. Tempestad. Luego, el mar sería su cuna. Descansaría en el barco de papel que una vez hizo distraída. Sería sonrisa, canto! Miraría sus marcas como tatuajes y los llenaría de rosas, de estrellas! Estará viva!
Sonrió. Posó su mano y acercándose despacio besó sus labios en el espejo.

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