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19 de mayo de 2010

Maestros

Un viento surgió furioso, un vendaval, un remolino moviendose sin pausa. En algún lugar una llama se creó de un rayo que anticipaba una tormenta. El viento expandió la llama sobre la tierra y el fuego inició su danza. Las pasturas quedaron negras, no agonizaban, solo despedían las malezas viejas y gastadas de la tierra. La lluvia llegó al fin como agua fresca, como un alivio de sed y fuerza. Desde lejos las esporas de flores enormes flotaban en el aire sacudidas aquí y allá hasta caer rendidas en la húmeda negrura de la tierra. El astro Rey lo iluminó todo, su calor abrasivo se expandió de lleno sobre los campos. Las flores crecieron en el verde intenso con que se vistió la tierra que agradeció el calor del fuego, que beneró la paz del agua, que dejó llevar su mensaje por el viento donde en otro lugar, la vida renacía, otra vez.

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