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17 de noviembre de 2010

Alohomora

Apretaba las teclas de su máquina tamborileando distraídamente una lapicera, una lapicera única heredera de generación en generación. Claramente escribiría más veloz si no insistiera en mirar las teclas, pero ya se había acostumbrado desde antes de terminar el colegio a que fuera de esa forma.
Respiró profundo, giró su silla y se levantó con toda la parsimonia con la que fue capaz. Bordeó la hilera de gente sentada en la larga tabla de madera laminada separada por paneles y miró disimuladamente hacia el pasillo. Tenía una lista enorme de tareas por hacer. Seguramente fuera más fácil si no fuera tan obstinado, pero así lo había decidido. Esas eran sus reglas, el legado familiar debía permanecer en secreto. Saludó al pasar junto a unos compañeros que le devolvieron el saludo levantando las manos con una sonrisa. Ahí estaba.  Lo vio doblar hacia el pasillo, y caminar con paso decidido hacia donde él se encontraba. Se quedó quieto simulando leer un cartel con instrucciones para evacuar el edificio. Seguía tamborileando la punta de su lapicera de la cual nunca se separaba, mientras por el rabillo del ojo veía acercarse a su jefe. Cuando el hombre de casi cuarenta años estuvo a cuatro metros, dijo su nombre en voz alta.
Él lo miró y simuló una repentina tos mientras pronunciaba muy bajo algo que nadie distinguió pues  tapó su boca con la mano que sostenía la lapicera apuntando hacia el hombre. El jefe se paró en seco. Frunció el ceño, abrió levemente la boca para decir algo y cerrándola sin emitir sonido giró sobre sus talones y se encaminó a su oficina donde se sentó a recordar que estaba haciendo antes de olvidarse su cometido. Otra vez.
Del otro lado del piso de la oficina del jefe, él miraba fijo una ventana de un edificio a través del grueso vidrio. Sabía que cruzando la autopista en el tercer piso , alguien más sostenía entre sus manos una lapicera única y miraba con atención el edificio azul que se encontraba a más de quinientos metros sin poder entender como veía a la perfección el joven que le sonreía desde la ventana.

A César por prestarme sus libros de magia.

Alohomora: Conjuro que se utiliza para abrir puertas en Harry Potter de J.R. Rowling

3 comentarios:

  1. vidas paralelas...que de pronto se funden ??

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  2. Ahí está. Espero que ahora se entienda mejor.
    :)

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  3. ah... miniña, que si además leés libros de magia, serás aun más como de esos planetas donde NO hay puestas de sol. te quiero tanto!

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