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20 de mayo de 2014

Sentime

Se enredaban nuestros pies bajo las sábanas y nos reíamos. Sentía su respiración en la nariz fría cuando me miraba con su frente apoyada en mi cabeza. Quería acercarme más, quizás meterme dentro de su cuerpo y que su corazón latiera en mi pecho. Mis dedos jugueteaban con su pelo, tan suave al tacto de mi piel. Besó mi boca estremecida, y la humedad de su lengua agitó el hormigueo que generaba su contacto en mi cuerpo. Podía sentir su perfume con tanta nitidez en la camisa que cubría la desnudez del mío. Su piel despojada de ropas inundaba de calor la palma de mi mano que lo acariciaba, lo recorría despacio para poder recordarlo, para grabar en mis huellas digitales el mapa de su piel. El beso fue más profundo, porque no solo recorrían mi cuerpo las sensaciones anhelantes, su urgencia me llamaba como un hechizo, y los labios entreabiertos daban la bienvenida a su exploración, a la calidez de su saliva. Su mano se amoldó a mi cuello, y me atrajo hacia su cuerpo hasta que no hubo un centímetro de separación entre su deseo y el mío. El tiempo no fue suficiente para desvestirnos completamente, y la lluvia fue una melodía que transformó mis gemidos en repiqueteos y llenó esa parte de mi memoria de algo preciado, de sensaciones que acomodé a ese espacio inquieto y compartido donde solo pude desear que fuera cierto.

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