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2 de enero de 2012

Un año nuevo en Cromañon

Una vez estuve en un lugar a donde nunca fuí. Era padre de hijos que no eran míos, era amiga de personas que nunca conocí, prima de un hijo de una tía que no tengo. Me consumieron los gritos de festejo por un fin de año en el que me encontraba muy lejos de ese lugar. Luego, los vítores se transformaron en ahogos y todo se hizo oscuridad. La transpiración olía a azufre como dicen que huele el infierno. Mis manos no pudieron sostener la manos de mis hijos, mis cuerpo se alejó de las voces conocidas arrastrado por otros cuerpos en pánico. Perdí el contacto de mis primos que no eran míos, oí el llanto de un hermano sin mi sangre. Sentí el frío en la nuca de la desesperación. De la puerta cerrada y las zapatillas perdidas. De los montones de pies asfixiando mi cordura, oprimiendo los días que perdieron los cientos de personas que nunca voy a conocer y que son lo que eran, para siempre.
Nunca estuve en ese lugar y nunca volveré a Cromañon, solo a llorarlos, solo a lamentarlos, solo a pensar que en otro lugar y que en ese mismo, estábamos todos atrapados en el infierno.

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