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1 de noviembre de 2012

Desencontrada

Dos segundos y un suspiro. No sé, tal vez sean cuatro o cinco segundos, dos o tres suspiros, qué importa. Es solo una manifestación de angustiosa soledad en el alma, así como mirar sin ver, o ver sin mirar (nunca supe cuál es la importante). Un reflejo en el espejo que evidentemente, sin dudas, sin aciertos tampoco, es el mío. Son mis ojos grandes, es mi boca píntandose de rojo, la sonrisa ensayada, el gusto por lo que veo. Pero quién lo hubiese dicho, no logro reconocer lo que no puedo ver, no escucho fluír la sangre por mis venas, parada esperando algo en alguna esquina. La risa es hueca y el ceño siempre está fruncido. Tengo las respuestas a todas las preguntas, debería de sentirme afortunada, pero eso es lo que sucede, no siento la felicidad desgarrarme la vida, no siento la voracidad del sol ni lo espacios que me hacían feliz. Ataca. Gruñe. Muerde. Despedaza. Dónde están mis palabras de amor? Dónde queda mi piel en este viaje? Qué pasó con mi pelo, con mi fuerza, con la pasión que encerraba en los besos, en las caricias? Dónde está mi verde esperanza, mi fuccia, mi azules? Por qué dejan los días que me llene de vacío? No puedo encontrarme, no sé dónde estoy, el viento me lleva, la lluvia me moja, la vida me pasa, así, tibiamente. Dónde estoy? Necesito volver. Necesito volver a mí. Reírme hasta que me duela panza. Estoy desperdiciando tiempo. ´
Estoy sola, parada en alguna esquina esperando algo. Tengo que ponerme a caminar. Tengo que dar el primer paso y empezar a correr hasta que no quede nada más que yo, y encontrarme.

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