Buscar este blog

25 de febrero de 2015

Abracadabra

En medio de aquella desolación que parecía ser mi mente, con los libros atrapados entre mis brazos, con la mirada perdida en la lejanía de las posibilidades y los errores, de la boca perdida en mi propia boca, de aquellas palabras imposibles de pronunciar, tu presencia me agarró desprevenida. Igual que lo hicieron el hilo de oraciones con más sentido de lo que había podido concretar en toda la semana. Una hilación de conjeturas que asomaban por tus ojos como magníficas verdades, como si estuvieras leyendo la palma de mis manos, espíando mis días y mi vida sin que me percatara. Asentía despacio con la cabeza todo lo que tu mente verbalmente me manifestaba, porque eran tus decisiones las que comentabas, y eran mis desiciones las que había tomado. Te alojaste como un signo de admiración en mi sorpresa, en esa posibilidad casi imposible, de encontrar en las manos de otro mis esperanzas, no de amor, no de compañía, sino albergar la esperanza de sentirme entendida, avistada, ideada en mis propias maravillas como puedo hacerlo yo misma, a sabiendas del puro conocimiento que todo mi ser tiene de sí mismo, pero encontrar otro ser similar, otro estallido caminando por Buenos Aires con inquietudes cosquilléandole en los dedos, un viernes tan distinto e igual a mil otros, una noche con la mitad de la estrellas, en un lugar que solo la voluntad y el destino me habían colocado, y ahí estabas, y no hiciste más que encontrarme, y no hice más que mirarte, y después, todo fue magia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario