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20 de febrero de 2015

Viento Norte

El viento me daba en la cara, igual que el sol que más que implacable como me habían dicho, me hacía sentir más cerca del Universo que cualquier aire acondicionado. Las piernas se cansan pero no es momento de parar, el paisaje pasando como un  deseo se va rearmando con cada pedaleada. Río como una niña. No ví nada tan bello. Estamos caminando por un viñedo y casi puedo distinguir la primera estrella. Adelante la inmensidad se va asomando de a poco hasta que ya no puedo dejar de verla. Las montañas y los cerros me pintan en la cara una sonrisa plena y recuerdo que alguna vez aprendí a bailar Chacarera. Subimos entre las nubes y la tierra parece desaparecer ante mi vista, vamos flotando en ruedas subiendo al infinito. Al rededor la gigantesca naturaleza se ríe de mi pequeñez, y siento que la vida aún es más grande y mía. Tomo mate bajo una vid que se ha secado entera al sol, respiro la tierra húmeda bajo mi pies. Quisiera guardar con todo detalle lo que veo, cierro los ojos y memorizo como se siente ver toda esa maravilla. La tierra se viste de colores.
Todos los colores se crean como líneas gruesas y finas, la envidia de cualquier artista. No ví nada tan mágnifico, pienso y me sacuden la vista danzando al compás de la música, ha llegado el Carnaval y la comparsa baila. Sonríen los bailarines como pequeños magos y siento el cosquilleo de la felicidad como magia ocuparme todo el cuerpo. Soy felíz y río a carcajadas. Subimos solo tres como en una expedición y el paso del otro es el empuje de uno, llegamos con nada de aire, pero abajo todo se despierta y por un escaso silencio, estamos en la cima del mundo. El agua fría me sorprende en la piel y siento la energía de la cascada mecerse en mi cuerpo, siento su sabor en la boca cayéndome desde el pelo. Nunca se sintió mejor. La música me llega de todos lados. Hay gente tocando música que le sale desde adentro, la velocidad de los rasguidos, las voces finas de las "cholas", los carraspeos desgarradores de los "chinos". El Diablo se desentierra cuando baja el sol. Tomé vino y comí cabrito, el Diablo lo tengo casi de amigo, bromeo. Con el último rayo del astro, cien personas hacen silencio y del pozo donde descansan los bichos de este año, se queman hojas aromáticas y se le da a la Pachamama frutas y alcohol. Fue un increíble año, sin nada que pedir por mí, pienso en mis compañeros de ruta, todos los que me siguen, que se intercambian conmigo cuando los necesito seguir. Pienso en las personas que conocí, en las que me acompañaban en la aventura, en los que andaban en sus propias aventuras. Llené mi corazón completo de coplas y bailes, de risas a carcajadas, de aquello que necesitaba para dejar lo que ya no. Puse mis males debajo de una piedra en un inmenso salar que refleja el cielo. Llego a mi casa y todo lo que veo me hace feliz.

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