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6 de abril de 2012

Junta Directiva

Para tomar una decisión, mi interior se junta en una gran asamblea y expone el tema a tratar entre todos los que somos. Así, durante días, a veces semanas y quizás años, mi vida transcurre escuchando debates de cómo, cuándo y porqué es o no la mejor decisión. Entonces, mientras miro una película, mientras tomo mate, mientras me miro al espejo, mientras me visto y me desvisto de los días, en mi interior se arman consejos de guerra y de paz. Se cuelgan pancartas, se reparten folletos y a veces las discusiones son tán acaloradas que me obligan a prestar atención. Esas son algunas de las veces donde la gente me mira raro, como si me pasara algo y yo los miro desde algún rincón de la conciencia y repito: "Nada. No me pasa nada." porque es muy dificil explicar en qué parte de las grandes decisiones nos encontramos y sobre todo, la magnitud que implica decidir algo que, cómo toda decisión, nos va a cambiar la vida.
Lo duro de estas sesiones es cuando participa el corazón, que es un desaforado, que no entiende razones, que le gusta la aventura y no aprende, porque para memorizar lecciones está la cabeza, el corazón se ocupa de cosas más importantes y básicas como ponernos la piel de gallina.

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