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9 de mayo de 2012

Cambio

Tenía un zumbido constante en la oreja izquierda, como el aleteo de una conversación borrosa por la distancia o el ruido. La punta de los dedos era un cosquilleo de hormigas coloradas mordiéndome la piel, despacito, sin doler. Se me cruzaba por la cara una sonrisa sospechosa, rara, de esas que hacía mucho no me distinguía y al cruzar la puerta, el corazón galopó como un pálpito. El tiempo se detuvo en el temblor casi incontrolable de las rodillas, y en la columna vertebral podía sentir el frío nervioso de lo inminente. Mentalmente abrí los brazos y me lancé en palomita desde un precipicio donde la velocidad de la caída me despeinaba la piel y las ideas, pude sentir en mis pulmones el aire perfumado de las esperas concretadas y al fín, el agua del cambio y las decisiones me alivió el cuerpo como un bálsamo. El futuro fue entonces una puerta que se abrió de par en par y en mi bolsillo brillaba lustrosa la pequeña llave.

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